El plátano de sombra pertenece a la familia de las Platanaceae, una pequeña familia que incluye únicamente el género Platanus, con 10 especies de las cuales 8 están centradas en Norteamérica y otras dos en Creta, Península Balcánica, Himalaya e Indochina.

Son árboles caducifolios que tienen las hojas sencillas, casi siempre palmeadas. Las flores son de dos sexos sobre el mismo árbol y nacen en inflorescencias esféricas ligeramente pedunculadas. El fruto es un aquenio en forma de cuña provisto de un penacho que facilita su diseminación, y se agrupan en una infrutescencia esférica en forma radial y apretada.

El plátano de sombra representa un hermoso ejemplo de heterosis o “vigor híbrido” Los plátanos que vemos en nuestras calles son arboles increíbles, producto de la hibridación entre dos especies de distintos lugares geográficos. “Una de ellas, Platanus orientalis, un pequeño árbol que crece junto a las riberas y las fuentes de agua desde Grecia hasta Afganistán. La otra Platanus occidentalis crece a lo largo del Misisipi y es el mayor árbol de América del Norte. Cuando se encontraron el plátano de oriente y el de occidente, reunidos en un jardín botánico en Inglaterra, probablemente en Oxford, su hibridación espontanea dio origen al plátano de hojas de arce, Platanus acerifolia, híbrido interespecífico, fértil, que se ha convertido en nuestro plátano del sur… El vigor híbrido le permite soportar la sequía, el exceso de agua, la contaminación urbana o una enfermedad fatal para sus dos progenitores, la antracnosis; es este vigor híbrido el que le permite resistir a las voraces tijeras de los podadores, tragarse las señales de tráfico… o sobrevivir cuando lo riegan de fuel” (Francis Halle). La hibridación es otra de las maravillas de las plantas y muchas veces se dan hibridaciones fértiles.

Aunque pueden aguantar lo que se les eche, es en las riberas y zonas húmedas donde son más felices y donde se pueden ver ejemplares magníficos.